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Un niño curioso es un niño feliz. Esa energía, las preguntas infinitas y las pequeñas travesuras son su forma de explorar el mundo y descubrir sus límites. Cuando un niño se siente libre de cuestionar, correr y reír, es porque se siente amado y seguro. La travesura no es mala conducta, sino una forma de aprender y sentirse libre. Como padres, debemos guiar, no apagar esa chispa. Un niño que no se permite ser travieso puede no sentirse libre de ser él mismo. La próxima vez que tu hijo haga una travesura, sonríe, acompáñalo y déjalo explorar. La travesura, bien guiada, es un reflejo de felicidad y una infancia plena.
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No te sientas culpable por priorizar tu bienestar. Establecer límites es un acto de amor propio. Cuando aprendes a decir no, enseñas a otros a respetar tu espacio. Tu paz mental no es egoísmo, es necesidad. Cuídate primero para poder cuidar mejor a los demás.